La premisa con la que arranca este análisis es cuanto menos tramposa pero, aún así, apela a la pregunta que se podrían hacer muchos tras ver lo logrado en Bakú. Pero ni en las cumbres ni en la vida no hay nada absoluto y categórico y todo, absolutamente todo, puede tener distintas lecturas y matices. Tras dos semanas de intenso debate, la pasada madrugada Azerbaiyán logró sellar un pacto histórico por el que los países se comprometían a movilizar al menos 1,3 billones de dólares al año para 2035 a partir de fuentes públicas y privadas, de los cuales al menos 300.000 millones al año debían salir del bolsillo de los países desarrollados como Estados Unidos, Europa, Australia, Canadá y Japón. ¿Pero es esta una amarga victoria o un fracaso absoluto para los países del sur global? Negociadores, analistas, observadores y entidades ecologistas hacen distintas lecturas del acuerdo pero, aún así, en todas rige un sentimiento de cierta decepción.
Las comunidades del sur global, las principales interpeladas por este acuerdo, se han mostrado muy decepcionadas tanto con la cuantía pactada en Bakú como con la «falta de transparencia» de las negociaciones en sí. De hecho, segundos después de que el presidente de la cumbre diera por aprobado el pacto, representantes de la India, Cuba, Bolivia y Nigeria tomaron la palabra en el plenario para calificar el pacto de un auténtico «insulto» para sus comunidades y de una «amenaza existencial» para su supervivencia. También denunciaron haber sido excluidos del proceso de negociaciones. «Esta cumbre ha demostrado cómo los países desarrollados quieren eludir sus responsabilidades en materia de financiación de la lucha contra el cambio climático para con los países vulnerables», denuncia Rohey John-Manjang, ministro de Medio Ambiente, Cambio Climático y Recursos Naturales de Gambia.
«Una traición»
«Vinimos de buena fe, pensando en conseguir algo beneficioso para nuestras comunidades y nuestro planeta, y nos hemos encontrado con el peor oportunismo político que se dedica a jugar con las vidas de las personas más vulnerables del mundo», ha denunciado Tina Stege, enviada climática de las Islas Marshall, quien también ha reprochado la intrusión del lobi de los combustibles fósiles en los pasillos y debates esta cumbre y su empeño para «bloquear los progresos» esperables en este tipo de encuentros. En esta misma línea se posiciona Mohamed Adow, de la plataforma Power Shift Africa, quien afirma que el acuerdo sellado en Bakú supone «una traición a las personas y al planeta por parte de los países ricos».
En la otra cara de la moneda, también hay voces que, sin bien reconocen que el acuerdo no es todo lo ambicioso que se pretendía en un principio, al menos es un comienzo. Sobre todo teniendo en cuenta que la cifra pactada triplica el objetivo más alta puesto hasta ahora sobre la mesa de 100.000 millones al año. «El pacto no es perfecto, pero al menos es algo. Y es algo que necesitamos con urgencia para hacer frente a los devastadores efectos de esta crisis en nuestras tierras. No es todo lo que queríamos pero al menos es un rayo de luz«, afirma Juan Carlos Monterrey, negociador de Panamá y una de las caras más visibles de esta cumbre. La misma filosofía también ha sido compartida por el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, quien ha instado a los países a considerar este acuerdo como «un punto de partida» y no como un tope.
La crítica de los ecologistas
La lectura que hacen las entidades ecologistas del acuerdo es especialmente crítica. Greenpeace habla de un pacto «decepcionante» que «retrasa unas medidas necesarias para hacer frente a una crisis climática que ya está provocando el sufrimiento de millones de personas en todo el mundo». Ecologistas en Acción también muestra su rechazo a los acuerdo de Bakú, que califica como «un humo que diluye la responsabilidad histórica del norte global» en el avance de la crisis climática. La plataforma WWF, por su parte, habla de un acuerdo «decepcionante», «completamente inadecuado» para las necesidades del sur global y que «corre el riesgo de hacer retroceder la acción climática justo en el momento en que es más importante acelerarla».
Según inciden varios expertos, una de las cuestiones fundamentales para entender cómo se ha forjado este pacto el «complicado contexto geopolítico» en el que se ha debatido y en el que, pese a todo, se ha llegado a un acuerdo. «Esta cumbre se celebró en circunstancias difíciles, pero su resultado muestra que, pese a todo, el multilateralismo está vivo y es más necesario que nunca», afirma Laurence Tubiana, directora de la European Climate Foundation. En esta misma línea incide Linda Kalcher, directora ejecutiva del think tank Strategic Perspectives, quien afirma que «han sido dos semanas de debate muy reñidas en medio de una geopolítica desafiante pero que al final ha dado como resultado un cambio radical para las reformas financieras».