
La noche, para Sebastián, es una larga espera entre un “delicioso” olor a nuggets de pollo. Ratos muertos de cabezada en cabezada donde cunde, sobre todo, el aburrimiento. De cuando en cuando algo distrae al niño, de 11 años, que se sienta junto a su madre, María, de 33 años, en una de las mesas del Mc Donalds de la T-4 del aeropuerto de Barajas que tienen el privilegio de tener un enchufe junto al sillón. Fantasías que Sebastián inventa en medio de la pesadumbre de los adultos que tiene a su alrededor. Hoy se ha decantado por una breve obra de teatro que él mismo interpreta con dos Playmobil. La primera noche que durmió aquí, el 1 de noviembre de 2024, Sebastián se complacía simplemente con poder recostarse “entre hamburguesas”. Después de más de 30 días pernoctando en el Mc Donalds, le recuerda a su madre que ella le había prometido dos noches de hostal para esta semana. “No mientas, solo te dije una”, responde María. Junto a ellos, más de 200 personas duermen a diario en la terminal.