
El presidente de Corea del Sur, aferrado al cargo, prosigue su huida hacia adelante una semana después de decretar la ley marcial durante seis horas y sumir a su país en la mayor crisis política desde la transición democrática, a finales de los ochenta. En una nueva alocución televisada sin preguntas, con gesto grave y corbata roja, Yoon Suk-yeol, aún jefe del Estado, ha defendido este jueves su actuación como un “acto de Gobierno”; ha rechazado los cargos de insurrección de los que se le acusa en una investigación en marcha; ha vuelto a agitar el fantasma de la intromisión norcoreana en los asuntos públicos. Y ha asegurado que luchará hasta el final, sea cual sea ese epílogo: la citada investigación que lo coloca como líder de la trama o una nueva moción de destitución en la Asamblea Nacional, que la oposición ha registrado este jueves y pretende votar el sábado.