Una parte fundamental de la cultura es abstracta. La emoción ante una pintura o una película. El asombro por un videojuego o una obra teatral. Sin embargo, para explicar las artes, también hace falta la concreción de los números. Por eso, tanto el Ministerio de Cultura como la SGAE publican, por estas fechas, sus anuarios estadísticos: casi 1.000 páginas entre ambos documentos, repletos de cifras útiles para entender cómo le va a cada ámbito. Para constatar, por ejemplo, que la música en directo dispara su actividad y recaudación hasta cumbres récord, mientras teatro y cine cicatrizan más despacio las heridas de la pandemia. O para debatir: porque la Constitución dice que las artes son de todos, pero la realidad contesta que de algunos (residentes en grandes ciudades, de ciertas comunidades, con más poder adquisitivo y estudios…) más.