Si nos hubiesen preguntado al comenzar este nuevo milenio, muchos habríamos hecho pronósticos de ciencia ficción: el libro sería electrónico, los capítulos se descargarían, abundarían las novelas del tipo escoge tu propia aventura, y entre las páginas se colarían vídeos, interactivos y hasta hologramas. Sin embargo, no es eso lo que pasó: el libro como artefacto se ha mantenido casi inalterado durante estas dos décadas de profunda revolución tecnológica.