
Imagínate esto: vuelves a casa después de unas merecidas vacaciones, abres la puerta y todo parece estar en su lugar. Pero al dirigirte a tu dormitorio, te das cuenta de que el cajón donde guardabas dinero, joyas y algunos documentos importantes está abierto y vacío. Ya está hecho, pero no puedes evitar que te invada una gran sensación de vulnerabilidad.