
El 26 de enero de 1925, la pequeña calle de Renrock Road, en Cleveland Heights, en los suburbios de Cleveland (Ohio), amaneció nevada y con suficiente hielo como para que el matrimonio Newman, Art y Theresa, decidiera que su segundo hijo, Paul Leonard, naciera en casa. Mañana domingo, por tanto, se celebra un siglo del nacimiento de Paul Newman, un actor que probablemente no fue el mejor de su generación, pero sí el más guapo, el que mejor conectó con su tiempo y su generación, el dueño de la mirada azul más intensa. Fue tenaz, inteligente, engatusador y un icono del siglo XX. Triunfó en el cine y en las carreras automovilísticas, la pasión que realmente llenó su vida. Y, por cierto, bebió millones de litros de cerveza a lo largo de su vida: por eso, durante lustros llevaba una cadena al cuello con un abrebotellas. Sus genes y el ejercicio constante permitieron que su portentoso físico ni se inmutara por su alcoholismo.