Cada vez que va a un supermercado, a una tienda de perfumes o de pintalabios o de ropa, el guardia de seguridad no le quita la mirada de encima. Ana Segovia se conoce ya de memoria esa rutina. Sabe que el vigilante que la persigue no podría imaginarse que ella, gitana de padre y de madre, tiene un grado en Periodismo, un máster en Comunicación Institucional y Política, y otro más en Dirección de fundraising público y privado. Un currículum que completan cursos de innovación y de liderazgo. El estereotipo construido durante mucho tiempo de la mujer gitana no encaja con ella.