
A principios de los 2000 un importante político catalán me mandó al teléfono una foto de su pene. Lo publiqué con detalle en el libro Ahora contamos nosotras (Anagrama, 2019), pero lo había mantenido en secreto durante años. Jamás he dado su nombre. Mi intención al relatarlo no pasa por señalar al personaje, sino explicar cómo aquello condicionó mi carrera y por qué entonces ni siquiera lo denuncié en la redacción o ante los suyos. Ahora, gracias al testimonio de miles, millones de mujeres en el mundo entero, todo habría sido diferente: no me habría sentido culpable y la ansiedad resultante de su agresión no me habría impedido desarrollar mi labor periodística adecuadamente. Una no puede entrevistar al hombre que le ha mandado el retrato de su polla, no creo necesario explicar por qué ni las consecuencias.